17 de agosto de 2016

Asunto de Contactos

Si estás familiarizado con la práctica mágica actual, sabrás que uno de los modelos más frecuentes consiste en solicitar ayuda de un espíritu o ser superior. En paganismo, suelen ser los dioses; en el catolicismo, muchas veces son los santos. En magia ceremonial, puedes elegir entre trabajar con ángeles o demonios.  Si estás más familiarizado con concepciones chamánicas, puede que se trate de espíritus del lugar o de la naturaleza. Pueden ser todas las anteriores. También puede que elijas la postura de “cero dioses/ cero espíritus” por distintos motivos. En esta ocasión consideraremos el primer escenario: solicitar ayuda a un poder espiritual.

Corre la idea por el mundo mágico – lo que más he visto de cerca es en contexto pagano, pero no quiere decir que sea la totalidad del caso, o que no se presente en otros contextos; es sólo que no lo he visto tanto – de que contamos con un gran abanico de posibilidades y poderes a los que recurrir para apoyar nuestra magia. De hecho, no deja de tener cierto sentido. El mundo es muy rico en ése  y en muchos otros sentidos. Esta aproximación ha dado algunos resultados interesantes. El eclecticismo ha sido uno de ellos, conduciendo en su mejor expresión a una comprensión profunda de un sistema con el fin de evaluar si puede o no incluirse en la práctica personal y; en su forma más triste, a una mezcla sin mayor orden o sentido. Otro de los resultados consiste en el fenómeno de “¿A qué dios llamaré?”. Es aquí donde me detengo un poco.

Soy conciente de que tal vez no sea la forma más amable de decirlo, pero eso no hace su mención menos importante: ha habido por algún tiempo una tendencia a acumular listas. Listas de hierbas, listas de piedras mágicas, listas de colores, listas de dioses. No me malentiendan, las listas son buenas y útiles, y además yo también las he coleccionado. Pero ellas sólo nos dan la mitad del escenario – y por más efectiva que sea, sigue siendo la mitad. Si la consideramos como el todo, entonces nos quedamos con el siguiente escenario: hago rito para prosperidad y pido la ayuda del dios A; como no obtengo resultados, paso al dios B; si se repite el escenario, paso a la diosa C porque me la recomendó el sacerdote del Coven vecino; si bien ya estoy pensando en cómo incluir a la deidad D de quienes me habló la coordinadora del grupo ecléctico que fusiona estudios africanos como el enfoque rúnico de Mongolia… confuso, ¿eh? Al final recorreré el abecedario de divinidades como si se tratara de la versión metafísica de las páginas amarillas. El otro posible resultado de considerar las listas como absolutos consiste en invocar a TODOS los dioses relacionados con nuestra necesidad que podamos recordar porque creemos que “hey, todos buscan lo mismo, todos trabajan en lo mismo”.  En magia, no siempre más es sinónimo de mejor.   

La parte más divertida, si queremos verlo de ese modo, llega con el contacto y  la formación de una relación. En el caso de los dioses, espíritus y derivados específicamente, puede ser buena idea tratar de conocerlos un poco antes de profundizar en el trabajo. Conversar con ellos, discutir algunas ideas, realizar meditaciones, o ritos de contacto, u ofrendas; lo que prefiramos.  Cuando buscamos alguien con quién trabajar en nuestro día a día – sea para un proyecto inmediato o a largo plazo – la lista de requisitos incluye que podamos tener una relación cordial con esa persona y, si se trata de alguien a quien ya conocemos y con quien estamos en buenos términos y sintonía de objetivos, las probabilidades de obtener buenos resultados aumentan considerablemente. ¿Por qué debería ser distinto en magia? Cierto que en ocasiones el tiempo no parece estar demasiado de nuestro lado – a nivel mágico y a nivel cotidiano -, pero de estar presente tal oportunidad para una interacción y relación, vale la pena aprovecharla.

Un beneficio de desarrollar una relación con los dioses que vaya más allá del ocasional hechizo que Jove) puede convertirse en un gran aliado en nuestro autoconocimiento y en la realización de nuestro potencial, más allá de la ganancia monetaria.
invoca su ayuda es llegar a conocer rasgos suyos que no siempre están a la vista (incluso si simpatizas más con la premisa de “los dioses son sólo arquetipos” admitámoslo: mientras mayor sea el contacto con una Fuerza, más la conocemos). Pongamos el caso de Júpiter, por ejemplo. Como dios de los cielos y padre de los dioses romanos, es visto usualmente como una buena alternativa en hechizos y ritos para atraer la prosperidad. Un poco menos conocido es el detalle de su faceta como dios de la Soberanía. La soberanía puede entenderse como dominio de las riquezas, pero también implica el dominio de sí mismo, y Júpiter es en efecto un gran aliado para este trabajo. Sin embargo, vale la pena señalar  que un aspecto de dominarnos a nosotros mismos implica  hacer uso de  nuestros recursos - básicamente, trabajar por ello -. Júpiter es el dador de recompensas divinas e infinitas, pero como buen Soberano, quizá quiera saber cómo aprovecharemos sus bendiciones observando qué hacemos con los talentos que ya poseemos. No sé si se trate de una prueba, pero tiene cierta lógica - ¿Entregaríamos un regalo preciado a alguien que no mostró aprecio o cuidado alguno por aquello que ya posee? Así, Júpiter (conocido también como Jove) puede convertirse en un gran aliado en nuestro autoconocimiento y en la realización de nuestro potencial, más allá de la ganancia monetaria.


Dos consecuencias que no siempre resultan obvias al inicio pero que son escenarios muy probables involucran las referencias a otros dioses  y la influencia. La primera es fácil de entender – a veces necesitamos un trabajo determinado y no tenemos idea de a quién contactar – el tener una relación cercana con una deidad puede permitir que, por ejemplo, ésta nos indique a quién podríamos pedir ayuda en el rito (es que a veces una deidad puede considerar que necesitamos un enfoque distinto al suyo. Hablando de trabajo en equipo...)  En lo referente a influencias, en ocasiones aquel dios con quien hemos desarrollado una relación estrecha tiene un alcance que va más allá de sus atributos tradicionales. Si Venus es una diosa cercana para ti, tal vez pueda ayudarte a concretar un objetivo financiero con rapidez incluso si su rol más conocido es el de diosa del amor. Hécate puede ayudar a abrir los caminos para un proyecto en su rol de diosa de las encrucijadas.  Al conocer a los dioses y espíritus podemos aprender algunas cosas que los libros no siempre mencionan. 

Practicante de artes mágicas 

7 de julio de 2015

Algunas ideas sobre la divinidad...



“¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo que algunas ficciones podrían tener a un dios real oculto bajo la superficie de la página. Estoy diciendo que algunas ficciones podrían estar vivas…Eso estoy diciendo”


En este tiempo que llevo estudiando y practicando magia, hay un elemento que, en  retrospectiva al menos, considero que se ha mantenido presente a lo largo de los años en mi vida. Me refiero a mi concepción del mundo espiritual y mi relación con el mismo.  

Cuando comencé mis estudios, estaba terminando el colegio. Educado en colegio católico (como muchos otros que recorremos este sendero), la verdad no me había puesto a considerar en los elementos religiosos de la magia. Sabía que existía, o mejor dicho lo intuía. Me parecía natural. Me interesaba conocer más al respecto y sentía particular afinidad por la temática de la brujería – por algún motivo, la práctica de la magia más Ceremonial no se sentía totalmente “cómoda” en aquel periodo, si bien la encontraba fascinante. Pero mi interés finalmente se centraba en los criterios más “técnicos”: prácticas, técnicas, tradiciones, explicaciones, fundamentos y posibles teorías que pudieran ayudar a poner en práctica el trabajo mágico. Me causaba fastidio ver que la mayoría de información que encontraba hablaba de lastimar a otros, pues tenía la certeza de que si tales artes podían usarse para el mal, también podían usarse para el bien , una certeza que sólo adquirió firmeza gracias a las conversaciones que tuve con algunos amigos de mi familia, incluyendo una religiosa, quien en modo bastante casual compartió conmigo varias ideas sobre las formas en las cuales canalizar las habilidades mágicas y psíquicas en beneficio de otros. Esto último me hizo entender también que el trabajo mágico/psíquico no es patrimonio exclusivo de un solo grupo, si bien algunos están más abiertos que otros a la idea de abrazarlo. 

Como es natural, llegué a los textos y sitios web de paganismo, la Wicca y los dioses. Admito que mi primera reacción fue de sorpresa al ver que los dioses a los que había conocido de niño a través de libros de mitología (otra de mis aficiones) estaban presentes en tales prácticas. Como buen monoteísta, no me sentía cómodo pensando en trabajar con otros dioses,  seres con quienes no había cultivado antes una  relación (ahora que lo pienso, no recuerdo haber dudado de sus existencias, lo que tal vez  se relacionaba con las preguntas que me formulé cuando niño sobre la relación entre los dioses del Olimpo y Dios durante mis clases de religión. Por supuesto, no llegó a ser una pregunta formulada en voz alta – hasta donde recuerdo, al menos).  Igualmente, si había aprendido bien la lección de los mandamientos, la idea de trabajar con otros dioses era simplemente algo que no se hacía. Era un tabú. 

Claro está, una de las certezas del mundo es que como humanos somos capaces de encontrar maneras de ir tras aquello que anhelamos en un modo u otro. De este modo, me enfoqué en la técnica. Busqué formas de trabajo que no incluyeran dioses paganos. A Dios, en su imagen convencional, nunca lo vi como “problema” o “barrera” para practicar magia. Nunca encontré sentido en que la Fuerza que había creado todo se opusiera a que usáramos nuestros talentos para crear algo que nos beneficie o beneficie la vida de otros.  Sin embargo,  con cada acto de magia que realizaba, mi concepto de lo divino se transformaba y fue algo que sólo percibí después de algunos años.

Asignar a Dios el rostro que tradicionalmente se nos había enseñado se me hacía cada vez más difícil.  No era ya tanto el Padre, sino también la Madre, el Hermano, la Hermana… Conectar con su Esencia, no se sentía difícil. Sólo que se sentía más abstracto. Era esa Fuerza  y Energía – cualquiera que sea el nombre – que inundaba y atravesaba todo, manteniendo el funcionamiento de todas las cosas y existiendo en cada uno de nosotros. Pero también tenía más facetas, más rostros… de este punto, el pensar en los dioses antiguos como posibles rostros de la Divinidad era sólo cuestión de tiempo. Se presentaba un escenario en el cual la Divinidad existía en diferentes rostros e infinitos fragmentos – algunos más grandes, otros más pequeños, todos con una chispa igual de importante – y en donde el conflicto de “quién es real versus quién no lo es” parecía haber perdido sentido.

A lo largo de estos años he leído diferentes posturas acerca de los dioses dentro del paganismo. He leído la explicación de los arquetipos (que considero puede hacer más daño que bien si se intenta abordar un concepto tan fundamental en un modo demasiado simple) y la de manifestaciones humanas de Fuerzas primarias. Algunos adoran a estas Fuerzas. Otros Wiccanos se declaran ateos, considerando que no hay sentido en adorar estas figuras que son portales hacia vastos poderes universales. Otros brujos consideran a los dioses como entidades independientes, aunque no siempre coinciden en el punto de adorarlos.

Pero considero que hablar de los dioses y de la divinidad es un tema que se basa en la vivencia en lugar de la creencia. En mi experiencia, parecen ir más allá del simple “constructo energético gigante”. Tal vez lo sean, pero hay demasiados detalles y sutilezas que me hacen dudar de la visión de “los dioses fueron completamente creados por el hombre”. Igualmente, hay una Fuerza que conecta a todos, dioses y hombres, ángeles y demonios, hadas y ancestros, animales, plantas y minerales. Esa Fuerza  tal vez preceda todo lo existente, pero tiene una Consciencia  manifiesta en la existencia.

Dudo haber llegado a mi destino final en este sendero. Como dije antes, la práctica mágica nos transforma y transforma nuestra relación con lo divino. Las relaciones se desarrollan, expanden y cambian por la vida que hay en sus integrantes y en ellas mismas, y el mundo espiritual es tan vivo como el cotidiano. Así de simple.